viernes, 29 de mayo de 2009

EL ESTRÉS Y EL SISTEMA INMUNITARIO

Fuente: www.univalle.edu - Dra. María Alejandra Coloccini - Docente Bioquímica y Farmacia

Mucha gente tiene experiencia directa de la relación entre el estrés y el hecho de caer enfermo. Los resfriados, la gripe, el herpes y las alergias parecen empeorar cuando uno sufre un grave estrés en su trabajo o en su casa. Hay gente que sólo enferma en vacaciones (es decir, cuando es nulo el estrés) y entonces se pasa todo el tiempo luchando con el virus. En vista de estas conexiones intrínsecas, muchos investigadores están estudiando actualmente si el estrés y la enfermedad están efectivamente relacionados y de qué manera.

Un punto concreto de estas investigaciones consiste en investigar los efectos del estrés en el sistema inmunitario: al fin y al cabo, si el estrés afecta a la inmunidad, esta conexión podría explicar su acción patógena.
La función del sistema inmunitario consiste en protegernos contra los microorganismos que causan la enfermedad y contra otros elementos que pueden ser nocivos para el cuerpo. Las células del sistema inmunitario (es decir, glóbulos blancos o leucocitos) circulan por todo al cuerpo a través de la sangre y se encuentran, asimismo, en distintos órganos: médula ósea, timo, ganglios linfáticos y bazo. Hay diferentes tipos de glóbulos blancos, pero los más importantes a este respecto son los linfocitos.

Entre las distintas pruebas que reflejan la integridad del sistema inmunitario, algunas se limitan a determinar la proporción de glóbulos blancos en la sangre, mientras que otras sirven para evaluar la cantidad de anticuerpos en circulación. Los anticuerpos son proteínas que ciertos linfocitos producen cuando invaden el cuerpo sustancias nocivas. Una vez formados, los anticuerpos se fijan a la sustancia nociva, la marcan para que otros glóbulos blancos la destruyan e impiden así que causen infecciones.

Otras pruebas del sistema inmunitario permiten determinar como funcionan ciertos linfocitos. Una de ellas evalúa el fenómeno de proliferación de linfocitos, incubándolos durante varios días con sustancias que hacen que se multipliquen. Se estima que una mayor proliferación refleja un mejor funcionamiento de los glóbulos blancos. La proliferación es importante porque, cuando una sustancia nociva invade el cuerpo, las células inmunes han de multiplicarse para poder eliminarla.

Otra prueba permite determinar la actividad citotóxica de las llamadas “Células Asesinas Naturales”, incubando los glóbulos blancos durante varias horas como células tumorales para determinar la eficacia con que matan a las células tumorales. Se considera que una mayor mortalidad celular refleja un mayor potencial destructor de las células asesinas; dicho potencial es importante, porque estas células son uno de los agentes más rápidos de respuesta del sistema inmunitario en su lucha contra los virus y los tumores.

FACTORES DEL ESTRÉS

Los trabajos encaminados a determinar la relación entre el estrés y el sistema inmunitario han versado sobre factores diversos como los exámenes, la pérdida de un ser querido, el divorcio, el cálculo mental o el cuidado de un pariente aquejado de alguna enfermedad.

Por lo general, estos estudios muestran que el estrés está relacionado con los cambios del número de glóbulos blancos circulantes y de la cantidad de anticuerpos en la sangre. También se asocia a modificaciones del funcionamiento de las células del sistema inmunitario: tanto la proliferación de linfocitos como la actividad de las células asesinas naturales disminuyen bastante en los sujetos que han sufrido estrés.

Parece haber cierta relación entre la duración del estrés y la importancia de los cambios inmunitarios: cuanto más prolongado es el estrés, por ejemplo, mayor es la disminución de ciertos tipos de glóbulos blancos. Asimismo, parece que el estrés interpersonal (como el debido a la pérdida de un ser querido o al divorcio) tiene diferentes efectos inmunitarios en comparación con el ocasionado por los exámenes.

Se han estudiado, asimismo, las relaciones entre los estados psicológicos negativos (como la ansiedad y la depresión) y diversas variables del sistema inmunitario. Estos estudios sugieren que los estados de depresión y de ansiedad se asocian a una disminución de la proliferación de linfocitos y de la actividad de las células asesinas naturales, así como a variaciones del número de glóbulos blancos y de la cantidad de anticuerpos circulantes en la sangre. Parece también que la capacidad de producir anticuerpos contra una sustancia determinada está relacionada con el grado de ansiedad que el individuo sufre: a mayor ansiedad, menos anticuerpos se forman tras la exposición a una sustancia potencialmente nociva.

¿De qué manera pueden alterar el sistema inmunitario el estrés o los estados emocionales negativos?
Los mecanismos fisiológicos y de comportamiento ofrecen posibles explicaciones. En el caso de los primeros, el estrés se asocia a la actividad de varios sistemas, entre ellos el eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal y al sistema nervioso simpático. La activación de estas dos vías se traduce en aumento en la concentración en sangre de ciertas hormonas, como el cortisol y las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina). La concentración de estas hormonas en la sangre, depende del funcionamiento del sistema inmunitario. Por ejemplo, los aumentos bruscos de cortisol y de adrenalina están relacionados con una disminución del número de glóbulos blancos en circulación.

La proliferación de linfocitos y la actividad de las células asesinas naturales disminuyen también cuando aumentan bruscamente el cortisol y la adrenalina.
También se ha observado que influyen en el sistema inmunitario, otras hormonas que se liberan en los estados de estrés, por ejemplo, la hormona del crecimiento, la prolactina y los opiáceos naturales (endorfina beta y encefalina). A nivel celular, estas hormonas se fijan a los receptores en los glóbulos blancos y de este modo los afectan.

El Modo de Comportarnos

Otra explicación, es la que asocia el estrés a determinados comportamientos que modulan la respuesta inmunitaria. En general, las personas con estrés suelen dormir menos, hacen menos ejercicio, se alimentan mal, fuman más, consumen alcohol y otras drogas con más frecuencia que las demás y, según se ha demostrado, todos estos comportamientos afectan al sistema inmunitario.
Resulta difícil interpretar estos cambios del sistema inmunitario consecutivos al estrés. Aunque la disminución de la actividad de las células asesinas naturales es evidente en ciertas enfermedades (por ejemplo, el cáncer, las virosis crónicas o las enfermedades auto inmunes), no se ha observado consecuencias directas de semejante disminución en la salud del individuo.

Se ha relacionado la disminución de la proliferación de linfocitos con un aumento de la mortalidad y de la tasa de hospitalización en los ancianos, pero no existe un nexo evidente con ciertas enfermedades en las que actúa de mediador el sistema inmunitario. Sin embargo, no cabe duda de que el estrés ejerce un efecto adverso en la salud, mediado probablemente, al menos en parte, por el sistema inmunitario del sujeto. Es de esperar que en el futuro los investigadores nos muestren cómo es posible mejorar la salud combatiendo el estrés.

1 comentario:

  1. Me ha parecido muy interesante este artículo, y en general todo el contenido del blog. Lo seguiré de cerca con placer.

    ResponderEliminar